Con Manos Levantadas

DIOS YA NADA VOY A CUESTIONAR, PORQUE SE QUE AL FIN TU ME RESPONDERAS.

Tú… Dios Tienes un Plan.  No entiendes por qué estas pasando esta prueba. Te has cuestionado, ¿qué hice mal?, ¿por qué a mí?
Que tal si en este momento solo le dices:
Tu Dios tienes un plan lo entenderé, Ya nada voy a cuestionar, Pues tu Dios tiene un plan…
Mi vida controlé creí saberlo todo Así seguí a mi corazón mas Él me trajo aquí.
Luché y me rebelé, te impuse mis anhelos, Tu amor mi orgullo quebranto tu luz me hará vivir
Tu Dios tienes un plan lo entenderé Ya nada voy a cuestionar
Pues tu Dios tiene un plan
Si mi alma haz de probar no entiendo los motivos Tal vez si aprendo la lección, vendrá la madurez
La meta hay que alcanzar, con fe será sencillo Si quiero hacer lo que es mejor te tengo que creer
Tu Dios tienes un plan lo entenderé Ya nada voy a cuestionar
Pues tu Dios tiene un plan
En una nube el cielo imaginar y como un ave quise yo surcarlo
mas fuiste tú quien me enseñó a volar Si a tu voz atiendo, de ti aprendo
Tu Dios tienes un plan lo entenderé Ya nada voy a cuestionar
Sé que al final responderás Tu Dios tienes un plan.




Romanos 8
28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien


No Apreciamos La Vida Has Que Sentimos Que La Perdemos


En esta experiencia un grupo de personas sanas de la calle fue sentada al lado de jóvenes con cáncer y sus familiares, sin verse entre ellos.
Al plantearles las mismas preguntas: ¿Que les hace felices? ¿Si pudieran pedir un deseo cual sería? La diferencia en las respuestas no deja indiferente a ninguno.
Un proyecto realizado en colaboración con la Asociación de adolescentes y adultos jóvenes con cáncer.
Sentemonos a reflexionar sobre el sentido de la vida y qué es lo que realmente necesitamos para ser felices.
  • Deuteronomio 31:6 “… Sé fuerte y valiente. No temas ni tengáis miedo de ellos, porque es el Señor, tu Dios, que te acompaña. Él no te dejará, ni te desamparará “.

Basta a cada día su propio mal
Por Jack Fleming

Mt. 6: 34 "No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal".

Cada uno de nosotros puede repetir de memoria este versículo. Sabemos lo que Dios quiere que hagamos, lo aceptamos intelectualmente como una ordenanza divina, pero otra cosa muy diferente es ordenar nuestras vidas de acuerdo a este versículo.

Es muy sabio y prudente planificar para ordenar nuestras vidas, pero algo muy diferente es "afanarnos". Lo que el Señor nos manda es no vivir angustiados por anhelos personales, aunque nos parezcan muy necesarios. Incluso los planes legítimos que hagamos deben someterse a la voluntad soberana de Dios.

Dice en Stgo.4: 15 "deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello". Pero esto debe ser algo genuino, no una formula religiosa, tiene que provenir de nuestro corazón. Debemos estar seguros que nuestra voluntad se somete a la Suya, de lo contrario esa expresión tan liviana que a menudo escuchamos: "si el Señor quiere", no será más que otro pecado que añadiríamos a nuestra larga lista, porque Dios es muy categórico cuando dice: "No tomarás el nombre de Dios en vano".

La ordenanza del Señor es muy precisa: "No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal". Los médicos especialistas en la materia dicen que la mayoría de las personas que los visitan, sufren de angustias depresivas por problemas que aún no se han presentado.

Según sus experiencias, después de continuar atendiendo a esos pacientes, los problemas que los hundieron en ese terreno pantanoso, nunca se presentaron en sus vidas. Es decir, la mayoría que busca la ayuda de un psiquiatra o psicólogo, se debe a supuestos problemas futuros que ellos creen que les afectarán. Dicen estos especialistas que más del 70% de esos problemas nunca llegan a materializarse en sus vidas.

Cuanta sabiduría encontramos en estas palabras del Señor, para que aprendamos a vivir nuestras vidas sin angustiarnos por problemas que aún no han llegado. Existen personas que viven depresivas pensando en la muerte, otros por enfermedades que aún no se han manifestado; también los hay quienes viven en ansiedad y sufren por la posibilidad de perder un día sus puestos de trabajo, o sus esposos o hijos.

Es verdad que vivimos en un mundo que aterra, la inseguridad es el común denominador en todos los aspectos de la vida. Es una sociedad competitiva, egoísta y cruel. Este mundo no es más que un desierto plagado de serpientes y escorpiones para el cansado peregrino que viaja hacia la ciudad celestial, pero tenemos esa consolación y esperanza gloriosa que aguardamos una vida mejor junto a nuestro Salvador.

Incluso aquí, él nos ha permitido descansar en los oasis que nos provee en su misericordia y permite refrescarnos bajo la sombra del Altísimo, junto a nuestros hermanos en la fe. No hemos de olvidar las experiencias de Israel en el desierto con todos sus problemas y peligros, que están registradas en la Biblia para nuestra enseñanza y consolación.

Durante el día, los rayos sofocantes del sol, pero allí estaba el Señor manifestándose sobre ellos, no solamente para que estuvieran conscientes de Su presencia, sino que además proveyéndoles sombra por medio de la nube que les acompañó en todo su peregrinar. Y para la oscuridad y el frío de la noche, Dios estaba junto a ellos en una llama de fuego. Fue además la guía que los condujo hasta la tierra prometida.

Y qué diremos del cuidado amoroso del Señor para con los suyos al darles pan del cielo a todo un pueblo que ni plantó ni sembró para ello, y a beber aguas en abundancia en medio de la sequedad del desierto.

De igual forma actúa con nosotros, seguimos bajo la sombra del Altísimo, y en pleno desierto, bajo los intensos rayos abrasadores de la maldad del hombre, en medio de la escasez de agua viva y las aguas contaminadas que el enemigo de las almas ofrece; el Señor nos ha provisto de un oasis delicioso con abundancia de aguas vivas en la iglesia local que nos permite congregarnos.

El corazón del hombre está lleno de ingratitud, siempre está mirando lo que no tiene; nunca presta atención a todo lo que ha recibido del Señor. Es más, aún cuando recibe algo, en ese mismo instante deja de mirar hacia el Señor.

Ese fue el caso de los diez leprosos, con cuanta angustia clamaban al Señor, pero en el mismo instante que recibieron la sanidad, le volvieron las espaldas y ni tan siquiera dieron las gracias por haberlos sanado de la lepra. Esta es la razón por la que el Señor tiene que recordarnos en el Salmo 100 "Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanzas".

Son tantas las bendiciones que a diario recibimos sin merecerlas, que haríamos muy bien en agradecerle continuamente por lo que ya tenemos, en vez de reclamar por lo que no poseemos o angustiarnos por males que ni aún se han presentado en nuestras vidas.

No decimos que estamos esperando la venida del Señor en cualquier momento? Entonces ¿por qué nos preocupamos por problemas que se pueden presentar en el día de mañana? Esa angustia es una prueba evidente que no creemos realmente que el Señor puede venir hoy.

La Palabra de Dios nos dice: "Velad, porque no sabéis a que hora ha de venir vuestro Señor" Y en 1Jn. 2: 28 "para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados".

Decimos creer que el Señor puede venir hoy, pero sin embargo las angustias y aflicciones que nos pueden sobrevenir en el día de mañana nos consumen. ¿No es una incongruencia con lo que decimos creer?

Al menos seamos sinceros y reconozcamos que nuestra fe es un fiasco. Si realmente creyéramos que el Señor puede venir hoy, no podemos vivir atribulados por los problemas que quizás se presenten mañana. Basta a cada día su propio mal.

Necesitamos aprender a vivir con honestidad la fe que profesamos, también para que el mundo pueda ver que nuestra fe es verdadera y no vana palabrería religiosa.

El corazón del creyente verdadero se identifica plenamente con las palabras del Salmista: "En tu mano están mis tiempos". Si creyéramos sinceramente eso, entonces aprenderíamos a vivir el presente sin preocuparnos por los males que pudieran venir en el día de mañana.

Necesitamos aprender a vivir más intensamente cada día, como si hoy fuera el último de nuestras vidas. El mañana no nos pertenece, eso está solamente en la mano del Señor.

¿Por qué hay tantos creyentes que viven amargados? Eso es porque ponen sus ojos solamente en sus problemas, o lo que es peor, en los posibles problemas que le puedan afectar en el día de mañana. No ven todo lo que el Señor les ha dado ni hay gratitud en sus corazones.

El verdadero creyente es agradecido por todo lo que ha recibido. ¿Nos podemos imaginar que sería de nosotros si hubiéramos nacido en un lugar remoto del mundo, donde abunda la miseria y hasta un grano de trigo o de arroz es algo muy preciado? ¿Somos acaso nosotros mejores que ellos?

Si Ud. quiere insistir viviendo con amargura en su corazón, continúe mirando lo que no tiene y siga atemorizándose por los males que tal vez le puedan venir en el día de mañana. Pero si quiere vivir con un corazón gozoso, mire todo lo que el Señor le ha entregado aún sin merecerlo y dé continuamente las gracias por ello, no solamente cuando tema perder alguna de esas bendiciones.

Un corazón agradecido es un corazón alegre, porque vive contento con lo que ha recibido, dice el salmista: "Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado".

Las cuerdas se usaban para medir las propiedades, y él estaba agradecido y satisfecho con lo que había recibido. Eso es lo que nosotros necesitamos hacer con lo que nos ha tocado, más aún considerando que lo terrenal pronto pasará.

Se ha dicho, y con mucho acierto, que el rostro es el espejo del alma. Y hay algunos que dicen ser creyentes, pero tienen tal cara de amargura, que difícilmente alguien querrá pasar toda una eternidad junto a ellos.

Nuestra meta final no está aquí, sino en las moradas celestiales junto al Señor. Ni aún nuestro cuerpo mortal que se desgasta y enferma es lo definitivo, sino que aguardamos un cuerpo de gloria semejante al cuerpo de gloria del Señor (Filp.3: 21).

Por lo tanto, basta ya de afanarnos por el día de mañana aquí en la tierra, porque todo esto pronto pasará. El mañana que esperamos, es el que comenzará con la venida del Señor por los suyos. Allí es cuando comenzará a brillar el alba del nuevo día para los que somos de él.

El Señor no nos ha prometido una vida aquí en la tierra exenta de problemas, muy por el contrario, nos advirtió que "los mismos problemas, van afectando a todos los creyentes en todo el mundo". Esto también nos recuerda que nuestros problemas no son los más "especiales", porque además de ser quejosos, tenemos la tendencia a pensar que los nuestros son los peores de todos.

Vivamos cada día con gozo y gratitud por todo lo que ya hemos recibido, y pensando que el verdadero "mañana" para nosotros no será en esta tierra que va de mal en peor, sino en la eternidad junto al Señor.

Dice el Sl.30: 5 "Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría". Inclusive en lo físico vemos que es así, todas las enfermedades se vuelven más dolorosas durante la noche, pero amanece, llega el día, y nuestro cuerpo parece recuperar nuevas fuerzas y el dolor se mitiga.


Hoy estamos rodeados de la oscuridad más intensa a consecuencia del pecado que reina en el mundo, pero pronto brillará el alba del nuevo día. Entonces recibiremos un cuerpo de gloria donde no mora el pecado, ni enfermedad alguna podrá atormentarnos. Pero mientras llega aquel día feliz, no nos afanemos por lo terrenal. Basta a cada día su propio mal. 



LAS MANOS DE MI PADRE

Un joven fue a solicitar un puesto importante en una empresa grande. Pasó la entrevista inicial e iba a conocer al director para la entrevista final. El director vio su CV, era excelente. Y le preguntó: " 

-¿Recibió alguna beca en la escuela?" el joven respondió "no".

-"¿Fue tu padre quien pagó tus estudios? "

-" Si."-respondió.

-"¿Dónde trabaja tu padre? "

-"Mi padre hace trabajos de herreria."


El director pidió al joven que le mostrara sus manos. El joven mostró un par de manos suaves y perfectas.

-"¿Alguna vez has ayudado a tu padre en su trabajo? "

-"Nunca, mis padres siempre quisieron que estudiara y leyera más libros. Además, él puede hacer esas tareas mejor que yo.
El director dijo: 

-"Tengo una petición: cuando vayas a casa hoy, ve y lava las manos de tu padre, y luego ven a verme mañana por la mañana."


El joven sintió que su oportunidad de conseguir el trabajo era alta. 

Cuando regresó a su casa le pidió a su padre que le permitiera lavar sus manos. 

Su padre se sintió extraño, feliz pero con sentimientos encontrados y mostró sus manos a su hijo. El joven lavó las manos poco a poco. Era la primera vez que se daba cuenta de que las manos de su padre estaban arrugadas y tenían tantas cicatrices. Algunos hematomas eran tan dolorosos que su piel se estremeció cuando él la tocó.

Esta fue la primera vez que el joven se dio cuenta de lo que significaban este par de manos que trabajaban todos los días para poder pagar su estudio. Los moretones en las manos eran el precio que tuvo que pagar por su educación, sus actividades de la escuela y su futuro.
Después de limpiar las manos de su padre, el joven se puso en silencio a ordenar y limpiar el taller. Esa noche, padre e hijo hablaron durante un largo tiempo.


A la mañana siguiente, el joven fue a la oficina del director.

El director se dio cuenta de las lágrimas en los ojos del joven cuando le preguntó: -"¿Puedes decirme qué has hecho y aprendido ayer en tu casa?"

El joven respondió: -"lavé las manos de mi padre y también terminé de asear y acomodar su taller"

-"Ahora sé lo que es apreciar, reconocer. Sin mis padres, yo no sería quien soy hoy. Al ayudar a mi padre ahora me doy cuenta de lo difícil y duro que es conseguir hacer algo por mi cuenta. He llegado a apreciar la importancia y el valor de ayudar a la familia.


El director dijo: "Esto es lo que yo busco en mi gente. Quiero contratar a una persona que pueda apreciar la ayuda de los demás, una persona que conoce los sufrimientos de los demás para hacer las cosas, y una persona que no ponga el dinero como su única meta en la vida". "Estás contratado".



Un niño que ha sido protegido y habitualmente se le ha dado lo que él quiere, desarrolla una "mentalidad de tengo derecho" y siempre se pone a sí mismo en primer lugar. Ignoraría los esfuerzos de sus padres. 

Si somos este tipo de padres protectores ¿realmente estamos demostrando el amor o estamos destruyendo a nuestros hijos?

Puedes dar a tu hijo una casa grande, buena comida, clases de computación, ver en una gran pantalla de televisión. Pero cuando estás lavando el piso o pintando una pared, por favor que también él lo experimente. Después de comer que lave sus platos junto con sus hermanos y hermanas. No es porque no tengas dinero para contratar quien lo haga, es porque quieres amarlos de la manera correcta. No importa cuán rico seas, lo que quieres es que entienda. Un día tu pelo tendrá canas, igual que la madre de ese joven. 

Lo más importante es que tu hijo aprenda a apreciar el esfuerzo y tenga la experiencia de la dificultad y aprenda la habilidad de trabajar con los demás para hacer las cosas.

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