FOTOS: Andrea Flores
01/08/2016
El día sábado 30 de Julio, en el centro cultural Apamuyshungo (Comuna de Oyacoto) los visitantes pudieron
disfrutar y revivir la cultura de la parroquia de Calderón y sus alrededores, en un evento organizado dentro del marco de la celebración por los 119 años de parroquialización de Calderón.
En un camino de tierra de la comuna de Oyacoto, se encontraban algunos
autos estacionados alrededor de la propiedad de Rubén Gonzales. Una casa de dos
pisos es la entrada, para lo que muchos de los visitantes catalogaron como un
reencuentro con las raíces de Calderón y del lugar.
Un sendero adornado de plantas nativas del lugar, canticos de aves y el
sol haciendo de las suyas sobre el público que se hizo eco de esta invitación, fueron los elementos que dieron la bienvenida.
Estar en este lugar permite al visitante
olvidarse del mundo tóxico y acelerado de afuera, y recordar o sentir lo que
forma parte de nuestra identidad.
Don Rubén, a quién llamaremos así, ha dedicado 16 años a la
construcción de este centro cultural, el cual tiene el objetivo de recuperar la
memoria, la vida ancestral de la parroquia. Su motivación es la hermosura que
encierra Calderón y que ahora se puede encontrar en Apamuyshungo.
RECORDAR
La primera parada del recorrido es una pequeña pampa, rodeada de árboles,
de una cabaña y de unas bancas improvisadas. En este sitio la mágia de los
trompos y sus vueltas alegraron a más de uno. Alrededor de un circulo en la
tierra, los competidores alistaban al trompo para comenzar. Tres rondas fueron
determinantes, para definir al ganador. Su regalo: un vaso de shawarmishki. El
objetivo del juego: recordar al niño que llevamos dentro.
En la segunda parada, encontramos unas pequeñas cabañas y en el centro
un altar. Esta parada recuerda a los cuatro elementos de la vida. Aquí un guía
explicó los cultivos, la vestimenta, el matrimonio de la localidad, afirmando
que se espera que este lugar se proyecte como un sitio turístico en el cual se
pueda recuperar y perpetuar la cultura en las nuevas generaciones.
Siguiendo el recorrido en un árbol de algarrobo, el grupo los negros de la campanilla espera a los visitantes. Su vestimenta menciona Gonzalo Guañuna, corresponde al tiempo de
la colonia. “Existen dos suposiciones: la una corresponde a que en la guerra de
la independencia lucharon indígenas y la otra es una burla al ejercito por el
maltrato que recibían en tiempos atrás”.
Su traje adornado con cascabeles y laciales de cuero, flautas, tambores,
pitos. Ellos relataron historias sobre la parroquia y el significado de su
danza.
DISFRUTAR
Mientras se iba avanzando, el olor de la leña ardiente, llegaba hasta la nariz. Siguiendo el rastro se encontraron una cabaña en la cual, unos jóvenes chefs preparaban platos tradicionales como: chicharrón con
mote, fritada, habas con melloco, caldo de 31 y seco de pollo. Claro está que
no podía faltar el muy solicitado shawarmishki. Para Jairo Aguilar, chef
principal, la cocina comunica un mensaje implícito: el amor. A través de la
cocina ancestral, se permite difundir este amor.
Antes de comenzar a disfrutar de estos manjares, en una cabaña se repartía
chicha en cuencos, por consiguiente un jumbo esperaba bailando al son de la
banda a los invitados quienes disfrutaron escuchando los cuentos: “el compadre Guaningo” y “la cinta roja”.
Para culminar el evento el Gobierno de la parroquia de Calderón organizó
un encuentro de grupos de danza, en cual se pudo apreciar los bailes típicos de
cada cultura, como la Otavalo o cayambeña. Diego Andrango de Pacha kusi, menciono, que “Se siente muy satisfactorio compartir en un lugar de paz, la armonía, la
confraternidad con otros grupos.”
Emily
Buri, turista extranjera, dijo: “es un lugar muy interesante, los relatos, las
cabañas”. En su opinión es importante hacer más reconocido este centro, ya
que es un sitio muy bonito y maravilloso.
Este encuentro fue organizado por el Gobierno Parroquial en conjunto con la comunidad, y dentro del marco de festividades por los 119 años de fundación de Calderón, evento que permitió el reencuentro con las tradiciones y constumbres locales.
En este lugar no solo hubo cuentos,
juegos, alimentos, baile e historia. Sino que nuestra oralidad, identidad y
recuerdos estuvieron a flor de piel, mientras se recorría todo este mágico
lugar. /A. Flores